La casualidad no existe, si no la ilusión de la misma. Todo comenzó en verano del dos mil cinco. Deambulando por los blogs, jugando a la oca de bitácora en bitácora hubo un encuentro en apariencia insulso. Gracioso le resultó por la temática selenita del mismo, pero aún así no dudó en enviarle un correo electrónico para que le resolviera las dudas, es decir, todo sobre la plantilla de su blog. A partir de ahí empezó una relación de maestra a pupilo que está ahora aparcada, ya abusó demasiado de la confianza, pero que tiene visos de retornar en esta nueva bitácora.
El tercer elemento de la historia, de soslayo, sin hacer demasiado ruido, infiltró sus armas más poderosas en un grupo ya establecido del cual, como colofón y con alguna ausencia, perpetuó su cometido más amable en carnaval de este mismo año. Naturalmente, hablando de carnaval no podía ser en otro lugar que en la tierra del tercer elemento, conocida en algunos ambientes sospechosos como MM. Los más inocentes pueden pensar que son las iniciales de, pongamos por ejemplo, muy maja. No. Y además, si no tenía suficiente, como buena hechicera que se precie encontró su aprendiz, en este caso aprendiza, aunque la vagancia me impide mirar si el vocablo es correcto, pero igualmente me suena extraño.
La maquinación de sus fechorías, sin lugar a dudas, fue realizada por este medio singular de unos y ceros. Disfrazáronse de psicólogas en pos de la cura traumática de una niñez reprimida, buscaron el tamaño acorde a semejante réplica del peñón de Gibraltar, y vistieron la mejor de sus sonrisas, en confabulación de otros elementos de igual calaña, y también bajo sospecha de ser mejores de lo que aparentan ser.
Así llegamos a la idea de plasmar todas las fechorías, maldades y demás situaciones que creamos oportunas en el momento más insospechado. Naturalmente uno no es muy bueno, pero aunque lo fuera, rodeado de tan bella maldad es imposible negarse a caer en la tentación.